lunes 19 de octubre de 2009

Sólo hay registrados 11 mil haitianos en Dominicana

SANTO DOMINGO.- Las contradicciones están latentes entre las autoridades dominicanas acerca del número de haitianos asentados en la República Dominicana.
Mientras unos estiman que en la República Dominicana habitan cerca de dos millones de haitianos, otros sostienen que el mínimo son 600 mil, pero las autoridades informan que sólo tienen registrados 11 mil ciudadanos de ese país que ocupa la parte oeste de la isla Española.

El vicealmirante Sigfrido Pared, director de Migración, señaló que la entidad que dirige tiene registrados 11 mil haitianos de manera legal.

El funcionario no cree en las cifras que sitúan la cantidad por encima del millón. Estima que en la actualidad hay unos 500 mil en la República Dominicana.

En el 2003, la Oficina Nacional de Estadística (ONE) aseguraba que había 245 mil haitianos en República Dominicana. Sin embargo, la Cancillería afirmaba que eran un millón.

Para el 1920, hace 89 años, el primer Censo Nacional de Población y Familia que se realizó, registró 28 mil 258 haitianos.

Para esa época, la población dominicana era de 894 mil 665 habitantes.

Pared precisó que “Siempre he dicho que el tema migratorio va a ser un tema de primer orden en República Dominicana, puesto que República Dominicana y Haití siempre vivirán en la misma isla”.

César Darío Nina

Por: Domingo Porfirio Rojas Nina

SAN CRISTÓBAL.-Detenerse a leer el currículo del joven ejemplo sancristobalense y nacional, licenciado César Darío Nina Mateo, sobre sus estudios y conocimientos de las ciencias jurídicas, en especial las normativas procesales, constitucionales, derecho penal, criminología, la niñez, la mujer, medioambiente, psicológico y la historia, es saborear las purificaciones del saber y al estudio cual murmullo de éter divino.

Este prestigioso abogado, hijo del insigne profesor Luís Sergio Nina y María G. Mateo, laboriosa y digna mujer, nace de las entrañas de esta heroica tierra sureña, y, venciendo tempestades, ha trillado con pasos firmes los caminos de su vida, escalando peldaños con luz propia, apegado a la verdad y a la honestidad.

Darío ha ejercido con brillantez la abogacía. Como procurador fiscal adjunto, ha sentado ejemplo de moralidad y sapiencia, poniendo en prioridad el principio de Ulpiano y Juan Pablo Duarte. “la justicia consiste en dar a cada quien lo que en derecho le pertenece”.

Encauzando su trayectoria en valores éticos, principios y probidad comprobada, porque no practica la doble moral, la risa burlona ni el cinismo. Piensa como Cicerón al decir que la honradez y la utilidad son el fundamento de todas las acciones.

Pero Nina ha sufrido injustas ligas por el cumplimiento de sus deberes, siendo víctima del caprichismo y recelos judiciales en sus funciones, pues habría sido recomendado por un influyente secretario de Estado, hijo ilustre de San Cristóbal, como procurador fiscal. Ha tratado a su clase y a todas las personas, especialmente a pobres y humildes, entidades e instituciones, acorde con la Constitución y verticalidad ciudadana.

La cizaña y los golpes bajos contra Darío, acontecen a raíz de un allanamiento realizado por cinco ayudantes fiscales en un apartamento en la calle Sánchez esquina Constitución, en virtud de la ley, donde se presumía existía algo perjudicial a San Cristóbal, previa denuncia al efecto. La clase del derecho y la mayoría del pueblo saben lo que allí aconteció esa tarde.

¡Ay Dios mío! Como Darío en esos momentos era figura relevante, por tan responsable actuación, él y la distinguida ayudante María Silfa Tolentino, “pagaron las jabas que otro burro se comió”, como dice el refrán. Es tal el ensañamiento por la verdad ocultada, que los otros tres ayudantes valiosos no fueron suspendidos.

A favor de Darío han intervenido ante los organismos correspondientes más de quinientas personas e instituciones, que no puedan estar jamás equivocadas. También, dirigentes del partido en el gobierno, al que Darío pertenece con una grandiosa trayectoria y labor política.

Pensamos que al presidente de la República, doctor Leonel Fernández, y al Procurador General de la Nación, le han ocultado la realidad histórica en este caso, al sólo escucharse una campana, pero jamás la de Darío y la de Silfa Tolentino.

Creemos que el Presidente, en un acto de justicia y desagravio, debía disponer la reintegración a sus funciones de dos joyas de la moral judicial y la dignidad de San Cristóbal: César Darío Nina Mateo y María Silfa Tolentino.

A Darío, entrañable familiar y orgullo de los Nina, le expresamos las frases de Paúl Vallery. ¨ La gloria de un hombre exige que su mérito pueda ser explicado en pocas palabras”. Y, como profesa este postulado, Dios tarda pero jamás olvida.