
¡Dame el celular y el dinero, o te mato!, me gritó el hombre desde una motocicleta llevándose la mano a la cintura, en un intento de asaltarme esta mañana frente a la entrada de El Nacional.
Regularmente son asaltadas muchas personas en esta zona, incluyendo 19 empleados de El Nacional , Hoy y El Día.
En esa fracción de tiempo mi vida pendió de un espacio pequeñísimo entre el motorista-asaltante y yo y su decisión de ejecutar su mandato, debido a que mi reacción fue desoírlo, alejándome de su lado en máxima alerta.
¡Dame lo que tienes o te doy un tiro!, insistió el asaltante, ahora enseñándome un revólver en el cinto y sentado en su Saltamontes, con mirada desafiante y actitud fría.
No le hice caso y decidí caminar rápido hacia el parqueo del periódico, donde uno de la seguridad me esperaba en actitud vigilante, porque según me dijo vio con mucha sospecha al motorista que se detuvo y esperó que yo estuviera a su alcance.
Su carnada fue balbucear algunas palabras, que no escuché bien porque él tenía un casco protector, para atraerme hacia el lugar donde estaba.
¿Cómo se llama esta calle?, fue su pregunta, la que inmediatamente me dio la alerta de que se trataba de un ladrón y me retiré cuatro pasos hacia atrás, de ahí fue su mandato al darse cuenta de mi rápida reacción.
La San Martín es una de las avenidas más transitadas de la Capital y me resultó extraño que no supiera por dónde estaba transitando, por lo que con prudencia opté por alejarme.
Un café y un guineo en una mano, que acaba de comprarle al vendutero Santos, a la salida del parqueo, y el celular en la otra, eran mis únicas herramientas de defensa, que en ningún momento me pasó por la mente usarlas.
Me resistí, inconsciente en ese momento, a engrosar la cifra de la gran cantidad de personas asaltadas en el país, pero pude ser también una de las tantas ultimadas en las calles por resistirse al robo.
Las calles en cualquier parte de este país se ha convertido en un escenario de asaltos, no importa la clase social o el color de la piel. En medio del susto y su reacción involuntaria del momento, siempre tenga pendiente de no enfrentar al delincuente, porque no vacilará en dispararle.