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lunes, 17 de mayo de 2021

Una incursión indeseable sobre el río Masacre

Noticias SC     8:09  No comments

Por Carlos Ogando


La reciente incursión de autoridades haitianas por desviar y drenar las aguas del río masacre, que divide parte de la frontera entre las República de Haití y la República Dominicana es un hecho que viola los tratados internacionales y revela que los haitianos no han salido del fantasma de creer que se puede vivir sin reglas ya en un mundo tan civilizado y comunicado en que vivimos. Esto se enmarca en una cultura de odio que ha desarrollado el vecino país hacia los dominicanos desde los albores de su independencia del dominio francés en 1804, la ocupación de la isla en 1822 y su deseo de continuar con un conflicto que hoy día no tiene espacio.

 

Estos hechos nos recuerdan la obra, los Gobernadores del rocío del escritor haitiano Jacques Roumain, publicada en el año 1971 donde el escritor denuncia la marginalización de la sociedad haitiana, su falta de unidad y su falta de conciencia de clase; sin duda, esta obra es un llamado a la dignidad humana y una canción para el pueblo de Haití. En ella se hace una descripción de la situación económica, política y social en que viven los haitianos, donde se pueden ver pobreza, resiliencia y desesperación, bajo una dictadura que lo condenaba a vivir como si hubiesen nacido para sufrir.

 

Observando las acciones de autoridades haitianas en su decisión unilateral de dragar y desviar el río masacre, vemos que los gobernadores del rocío como los llamó el escritor Jacques Roumain desnuda la cultura de conflictos en que surgieron, que aún no han logrado superar por decirlo así y siguen siendo un país en proceso de formación porque sus gobernantes tienen mentalidad de monarca y no llegan ni siquiera a gobernadores de provincias.

 

En su obra, Jacques Roumain describe la historia de Manuel que llega a su pueblo natal y encuentra dos desgracias: por un lado, encuentra una terrible sequía que destruye los cultivos y una terrible tragedia que mantiene dividido a su pueblo en dos bandos antagónicos por largos años. Solucionar el problema del mal de la falta de agua se transforma en el afán de Manuel viendo en ello la vía para llevar nuevamente la unidad. El muchacho no reconoce su pueblo, más dividido que nunca, y se enamora de una chica del clan opositor. Su gran proyecto es traer el agua que hará reverdecer la naturaleza, pues, para el joven, el agua es símbolo de vida, “la esperanza de los jardines”.

 

Esta obra delata en su titulo la prematura y débil democracia con que surgió el pueblo de Haití, parido del vientre de la rebelión, que encarnó en germen de la esclavitud a que fueron sometidos por el dominio de sus verdugos colonialistas Franceses y Españoles en una época de colonialismo implacable que se establecieron tanto en la parte oeste de la isla como también la parte este, surgiendo de esta situación un estado gobernado por ex esclavos, que su mayor deseo era sobrevivir a una situación tan atroz como la esclavitud.

 

En la actualidad, Haití es el escenario de un caos económico, político y social. Las protestas no paran; los secuestros, tampoco. Las pandillas y el narcotráfico tienen allí un reino. Casi toda su población (11 millones) vive en la indigencia. La oposición exige la renuncia del presidente Jovenel Moise, mientras ellos quieren disimular creando un conflicto con el vecino más cercano y que la geopolítica aconseja que los intereses comunes se pacten, no se arranquen.

 

El desvío de las aguas del río masacre no es solo un asunto de soberanía nacional, sino también que “el impacto ambiental es demoledor, los ríos tienen sus bosques de galerías y su cauce natural. Los bosques de galería son los que mantienen la humedad para garantizar que cuando llueva se drene el agua de manera paulatina hacia el mar, si canalizas el río, desaparecen” según lo explica el ambientalista Euren Cuevas. Afirmó además que el impacto en la flora, la fauna y la economía agrícola de la zona sería de proporciones catastróficas.

 

El afluente representa el límite entre Haití y República Dominicana desde 1776 (Siglo XVIII). Según la decisión del gobernador José Solano y el Conde de Annery, separa las ciudades Ouanaminthe (Juana Méndez) y Dajabón, en la parte norte, y en el sur, el río Pedernales. Su decisión fue ratificada por el Tratado de Aranjuez de 1777. Como vemos, el río masacre es una línea fronteriza, que comparten la soberanía nacional de ambos países y no se puede intervenir, salvo bajo consenso.

 

Cuidado, la intolerancia tiene un límite y ese límite debe estar expresado por el respeto a los tratados internacionales que tienen los dos países y que son sagrados ante el derecho internacional y los derechos que tienen ambos países de compartir las aguas del río masacre, que representan parte del patrimonio de cada uno y que son derechos irrenunciables y soberanos.

 

 Sabemos que no obstante todo esto, Masacre todavía se pasa a pie, como decía el poeta.

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