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EFE, AFP y Europa Press
Huelgas de brazos caídos en las fábricas, marchas estudiantiles y boicot al inicio del curso escolar.
La oposición quiere demostrar al presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, que el pueblo está dispuesto a apretarse el cinturón hasta que abandone el poder.
“El boicot popular es una buena
forma de demostrar al poder que estamos en contra de la falsificación y la
violencia. Si no quieren reaccionar a las protestas callejeras, entonces
recurriremos a las económicas”, comentó a Efe Vitali, un treinteañero residente
en Minsk.
La jornada de desobediencia civil conocida como el Día de la Solidaridad
incluía también no ir al supermercado, no llevar a los niños a la escuela y no
utilizar el transporte público.
Conscientes de que la alicaída economía nacional se sustenta en sus
fábricas estatales, centenares de activistas se congregaron frente a varias de
ellas pese a la lluvia para solidarizarse con los trabajadores que se han
declarado en huelga.
Son ya más de dos semanas que las fábricas son escenario del pulso entre la
oposición y Lukashenko. Algunos operarios se niegan a acudir a su puesto de
trabajo y otros se presentan, pero hacen todo lo posible para obstaculizar el
trabajo.
Con ese fin, unas 200 personas se concentraron al mediodía frente a la
fábrica de tractores de Minsk. Hoy, martes, no había ni rastro de los
huelguistas, que en la primera semana de protestas obligaron al presidente
bielorruso a desplazarse en persona a las fábricas para, primero, intentar
aplacar los ánimos y, después, amenazarles con el despido.
Dos de los principales líderes sindicalistas, Serguéi Dilevski (fábrica de
tractores), que es miembro de la dirección del consejo coordinador opositor, y
Anatoli Bokun (Belaruskalia) cumplen diez y quince días de arresto
administrativo, respectivamente.
MARCHA ESTUDIANTIL
Pese a que Lukashenko les amenazó con revocar sus prórrogas y enviarles al
Ejército, centenares de estudiantes de diferentes universidades de la capital
bielorrusa se reunieron en el parque Gorki y se dirigieron a la Plaza de la
Independencia para expresar su repulsa.
"¡Juntos hasta el fin!", "Viva Bielorrusia", coreaban
los estudiantes, muchos de los cuales portaban las banderas blancaroja-blanca,
la antigua enseña nacional.
Los llamamientos policiales a dispersarse eran replicados por los
estudiantes con gritos de "¡Ganbá!" (vergüenza en bielorruso). En las
redes sociales se difundieron llamamientos a acudir a las protestas
estudiantiles.
La escuela fue desde un principio un campo de batalla de la protesta y es
que muchos profesores fueron acusados de participar en el fraude al integrar
las comisiones electorales en los comicios presidenciales del 9 de agosto.
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