Por Lic. César Fragoso Los que en el Planeta Tierra formamos parte de lo
que hemos llamado seres humanos, nos encontramos en estos momentos viviendo una
de las experiencias que cada cierto tiempo intentan recordarnos la razón del
nuestro existir y, todo demuestra que no entendemos el mensaje o, sencillamente
no nos interesa entenderlo. Los registros de la historia de la humanidad nos
indican que el hombre, en su concepto de ser humano o, según definición: “Ser
vivo que tiene capacidad para razonar, hablar y fabricar objetos que le son
útiles, desde el punto de vista zoológico, es un animal mamífero del orden de
los primates, suborden de los antropoides, género Homo y
especie Homo sapiens”, no quiere aceptar la idea de que somos indefensos
ante la naturaleza que nos da la vida.
Los seres humanos nos caracterizamos por la lucha
constante entre nosotros mismos. Los unos siempre quieren superar a los otros, los
otros quieren adueñarse de lo que tienen los unos, a los unos les molesta el
bienestar de los otros, a los otros les enfada el desarrollo de los unos, los
otros matan a los unos por ser contrarios a sus creencias, los unos asesinan a
los otros por no aceptar sus conceptos. De esa manera hemos vivido desde que tenemos uso de
razón. En los reinados de épocas pasadas, el rey de tal
lugar quería dominar a los subditos del vecino y mataba a su rey simplemente para
quitarle sus pertenencias y ser mas fuerte que el del lado.
También salían allendes los mares a “colonizar”
nuevas tierras sometiendo a los habitantes de las mismas al deseo de los que
llegaban, sin importarles lo que estos sintieran al respecto. Nosotros, los Quisqueyanos, vivimos eso en carne
propia. Según lo que sabemos, primero de parte de los españoles, luego de los
franceses y finalmente de los haitianos. Estos últimos, como parte de un pueblo traído a
nuestras playas, resultante del efecto de las conquistas de otro y de los
abusos cometidos en contra de su gente, en su tierra natal. Cada cierto tiempo surge un “ser humano” que se cree
más poderoso que el resto de la humanidad y quiere adueñarse del mundo. El más
recordado de los últimos tiempos es Adolf Hitler, nacido en Alemania el 20 de
abril de 1889, quien logró convencer a su gente de iniciar una guerra en la que
creemos murieron más de 60 millones de personas, aunque, según los más
pesimistas, la cifra puede haber llegado a los 100 millones de muertos. Así es la vida.
Nosotros, los “supermegapoderosos” seres humanos,
los que pensamos que podemos llevarnos el mundo por delante, los que creemos
que nada nos puede detener, los que con nuestras acciones vivimos dañando el
planeta que nos da la existencia, podemos morir en menos de un segundo, ya sea
por la acción directa de otro ser humano, porque nuestro propio cuerpo de
manera natural así lo decida y por otras muchas formas de morir en cuestión de
milésimas de tiempo. También la muerte nos llega en forma de sufrimiento
por cortos o largos períodos de nuestro existir y de infinitas y distintas
maneras. Cualquiera que sea la forma en que dejamos de
existir, debería llevarnos a la reflexión de que no somos tan fuertes como
creemos, de que por mucho que tengamos en lo económico o en el poder de decidir
sobre los demás, cuando nos llega la hora de abandonar lo que llamamos vida,
todos somos iguales y, sencillamente, dejamos de ser, para, hasta que se
demuestre lo contrario, no volver jamás a este mundo. En este momento de la humanidad, en la que, como ha
sucedido en otras épocas, nos está matando algo tan insignificante y pequeño
que ni siquiera podemos ver a simple vista, que penetra en nuestros cuerpos sin
que tengamos la más mínima sensación, pero que puede hacer desaparecer una gran
parte de nosotros, es una oportunidad para que pensemos en lo débiles que
somos. La raza humana, está en vilo por los efectos de un
microorganizmo que nos está demostrando que realmente no somos tan poderosos como
nos hemos llegado a creer.
Los que gobiernan las grandes potencias mundiales,
pueden ser afectados de la misma manera que el más miserable de sus gobernados.
El que más dinero tenga de la Tierra podría ser
infectado exactamente igual que el más paupérrimo de los humanos. Ante estas circunstancias de nuestra realidad, el
momento es oportuno para que pensemos un poquito en los demás, para que dejemos
de sentirnos tan superiores y para que, los unos a los otros, nos demos más de
eso que se llama amor. Ahora que estás en casa, que no puedes salir a hacer
nada porque eso puede significarte la muerte, aprovecha el tiempo y las
facilidades de comunicación que hoy tenemos para comunicarte con tus amigos y
familiares.
Simplemente llámalos y dales un poquito de aliento,
diles que los amas, que los extrañas, que quisieras tenerlos a tu lado, pídeles
perdón o perdónalos. Ni tú, ni yo, ni nadie, sabe en este instante si ese
desdeñable virus terminará con tu existencia o si el mismo ha llegado para
que aprovechemos la oportunidad de tener
tiempo para pensar en convertirnos en mejores seres humanos. Considerando a Dios como la deidad que nos da lo
bueno y lo malo, como el responsable de la creación del universo y del misterio
de nuestra existencia, yo me pregunto: Acaso será que Dios quiere hacernos ser
mejores eres humanos?. Será el Corona Virus el mensaje divino de nuestros
tiempos?.
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